miércoles, 10 de julio de 2019

quien a hierro mata, a hierro muere mijo

A mí, que me dolía el corazón y gritaba entre sueños desconsolada
y yo que lloraba, que me sentía desorientada, desubicada, perdida y rechazada por aquella persona a la que más quería a mi lado, por la que tanto me rebajé y de la que me esperaba lo mínimo que se puede esperar de una persona con la que has creado tantos recuerdos. Yo, que aquel verano me hice pequeñita y dejé como cuatro palabras mal dichas de cuatro bocas mal lavadas me hicieran añicos y apagasen mi fuerza, mi brillo, mi esencia...  yo, que quería desaparecer del verano en el que estaba inmersamente feliz e irme a la otra punta del planeta, por sentir de más y dejar hacerme de menos a quien no debía.

Yo. Aquí estoy. Cobrándome cada lágrima, cada noche sin dormir y cada nudo en la garganta. Aquí estoy viendo como el tiempo se encarga minuciosamente de colocar a cada cosa en su sitio y a cada quien en su lugar.

El tuyo está ahí. Lejos de mí, intentando olvidar nuestros momentos, lo que eramos. Intentando olvidarme en otras bocas y en otras camas. Queriendo recuperarme y dándote cuenta de que no se encuentra a la misma persona dos veces en la vida y que no todo el mundo puede darte algo tan real como lo que, sin ni si quiera darme cuenta, yo te di. Aprenciandome a lo lejos, cada paso, cada gesto, cada sonrisa... Esperando que gire la cabeza para mirarte con los mismos ojos con los que te miraba, esperando que vuelva, como hacia siempre. Echando de menos lo que no fue, ni fuimos y que ya ni será, ni seremos y repitiendo en tu cabeza las palabras que nunca me dijiste y que ahora te tiran a ahogar.

Y el mío... mi lugar es por aquí, sin ti, pero si con alguien que me está devolviendo todo lo que muchos me habían robado antes. Que me está enseñando lo que es el amor de verdad, el quererse de verdad, bonito y gritando. Que está curando las cicatrices que otros dejaron en mi piel a base de besos y polvos. Y qué bonito... y qué bien, y menos mal.


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