jueves, 17 de agosto de 2017

el gato y el ratón

La nostalgia. Los celos. Llorar. Echar de menos. Los sueños. Las pesadillas. Pensar cada palabra. Sentir que te falta algo. Perdonar cuando no perdonarías. Las sonrisas queriendo gritar (o llorar). Que te afecte todo mil veces más. Las miradas. Los gritos. Los arrepentimientos. Las miradas tristes. Las caras enfadadas. Las caricias en el pelo y no saber articular una frase. Oler su cuello. Y perder la cabeza. Los besos lentos. Los besos que saben a te he echado de menos. Los abrazos, esos que parecen que no quieren soltarte nunca. Aguantarse un te quiero. La sonrisa de tontita. Los ojos chinitos. Los cristales empañados. La fiebre. No querer marcharse. Y vuelta a empezar...




te quiero un poquito

y ahora que llegue el puto invierno

Yo, que he sentido como el frío del invierno me estaba intentando romper los huesos, que necesitaba los rayos del sol, la arena pegada a la piel, las noches infinitas de lunas en un banco y las mañanas soñando como vivir al siguiente día. Yo, que he jurado amor eterno a las olas y a los atardeceres de mil colores. Yo, que he visto banderines de colores y me han chispeado los ojos y he sentido la emoción que se esconde tras una noche de verano en tu pueblo cuando es fiesta. Yo, que sigo la religión del sol y que no puedo vivir a oscuras, que maquillo mis ojos noche tras noche con la precisión equivalente a la última noche de mi vida. Yo, que pensaba vivir sumergida en la brisa salada.
A mi se me ha roto la vida. Se me ha roto el verano. En pedazos tan diminutos que casi no puedo ni distinguirlos. En pedazos tan diminutos que me estoy cortando las manos con solo mirarlos. Y ya no puedo más.
Porque ya no hay ninguna mano de Fátima que me ayude a alejar todo este desastre, ya no hay nadie que me salve, porque ya todo el mundo ha decidido que no tengo remedio, que no hay solución y que es mejor que empiece a nadar absolutamente sola. Y sin chaleco salvavidas. Porque supongo que hay pasos que una vez dados no hay retroceso, supongo que hay caminos que la vida te hace seguir sin ni siquiera preguntar y un día te ves con la mierda tan hasta el cuello que no puedes hacer otra cosa que dejar de seguir rumbos inciertos, de dejar de dejarse llevar y parar y detenerte a ver como la vida se te está haciendo añicos y tu sin saberlo.
Por eso, yo que solo vivia contando los días que faltaban para estos días, ya solo quiero que acaben. Quiero volver al frío del invierno, a las noches de estudio y la paz que supone hecharte siestas de tres horas porque tienes que estudiar para el examen de mañana. Al orden. Y dejar de amoratarme la piel y de hacerme heridas que ni si quiera en el momento sentí y de perder la cabeza bebiendo copas que ni si quiera me saben bien, en noches que ni si quiera quiero salir y con gente que ni si quiera importo.